martes, 19 de marzo de 2013

La fuerza de las palabras


"Lo que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo"
                       Goethe





La historia no es nueva, pero yo la conocí recién ahora.

José se crió en una casa de Bogotá, muy humilde. “Mi madre me leía, nos acostaba leyendo. No eran muchos los libritos que tenía, eran como unas cartillas de estudio donde había historias de fábulas... Y todos estos cuentitos me enriquecieron lo que hoy hago”.



¿Y de adolescente? En Bogotá había muchos libreros callejeros. Entonces empecé a comprar libritos que conseguía. Inlcuso sentía más pasión por el libro que por su contenido. A los trece, más o menos, compré La Odisea , de Homero. Y quedé enamorado de la mitología."

Fue albañil, se casó con Mery Luz, costurera que, en su taller, dio refugio a los libros de José. Parece ser que venían los clientes y entre una sisa y un dobladillo, veían los títulos. “Y ya vienen a visitar a mi esposa y decirle por qué no me presta un libro para la solución de las tareas de mis hijos. Ya mi hija tiene diez años y empieza a ser tutora ayudando a resolver los problemas,. Ya va creciendo nuestro proyecto...” Las cosas estaban dadas, entonces, para el día de la cajita. “Ahí ocurre la sorpresa más extraordinaria de mi vida”, dice Gutiérrez.

EL DÍA DE LA CAJITA.





Así nombra José a lo que le sucedió un día como otros, mientras hacía su trabajo, ahora, de recolector de residuos.
Parece que apareció una caja que despertó la curiosidad de todos. La abrieron y ahí apareció un ejemplar de Ana Karenina, de Tolstoi: José no lo dudó, la llevó a su casa y allí Mery Luz con arregló la portada. La caja contenía más libros-que alguien había desechado- y que ella, con sus manos fue reparando uno a uno.

Y la cosa no terminó ahí. "José, libros", era el grito de sus compañeros recolectores cada vez que aparecía alguno entre las pilas de basura. Y allá iban, rumbo al taller para que su esposa los arreglara.
La biblioteca que emerge de los vertederos creció sin parar. Los hallazgos se contaron por miles. Hasta 12.000 en diez años (2000-2010). De pronto decidieron ordenarlos en la planta baja de la vivienda para que los vecinos del barrio hicieran uso de ellos. Poco a poco, con la naturalidad de los milagros, llegaron nuevos locales, los talleres y la Fundación La Fuerza de Las Palabras.

Acá, el video para poder ver el proyecto, y escuchar a José.

Más información sobre el tema

Historias como ésta, en las que alguien hace algo, le da cauce a una idea, se pone en movimiento a pesar de los condicionantes - económicos, sociales, culturales, etc- que le tocaron, siempre me conmueven, me llenan de esperanza y me dan ganas de compartirlas.
Y eso hago.














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